Dos catástrofes que pasan mientras centras tu atención en la política

Estás atento a la política. Muy atento.

Sigues sondeos, encuestas, haces cálculos.

Llevas así semanas, meses o años.

Prestas mucha atención porque crees que la política es importante, muy importante.

Prestas tanta atención porque te programan para que la prestes, «que un día hubo una dictadura y no sabes lo que es eso» (¿seguro que no, Mr. Materialismo?), y porque la mayoría de tu entorno también le presta mucha y tanta atención. Efecto tribu. O efecto rebaño. Te dejo votar.

DOS CATÁSTROFES

Al mismo tiempo, ocurren dos catástrofes.

1.Tu atención es limitada y finita. Mientras prestas atención a la política, dejas de prestar atención a otras cosas que tal vez sean más importantes.

Por ejemplo: dormir bien, cuidar tu alimentación, hacer ejercicio, tomarte la vida con más calma, desarrollar tus proyectos personales, estar por los tuyos.

Tan atento estás a la política que no te has dado cuenta de que estás gordo, no te puedes mover, tienes dermatitis, haces bastante mala cara, comes impulsivamente, no descansas ni bien ni lo suficiente, tus hijos necesitan más tiempo de calidad contigo, tu madre está enferma y pronto morirá, tu matrimonio requiere de más comunicación.

Tu vida pasa. Y no en el congreso. Tic tac tic tac…

2. Te haces mejor en lo que más practicas. La ley de la excelencia.

O sea, refuerzas todavía más la creencia de que la política es más importante que todas esas cosas y le prestas aún más atención, minimizando todavía más la que no prestas a las cosas realmente importantes.

Además, potencias otra creencia derivada de la primera: que serán ellos, los políticos, quienes cuiden de esas otras cosas más importantes.

En fin, un resumen de la ley del mínimo esfuerzo.

«Siga buscando».

OTRA CATÁSTROFE

Claro está, si te interesa tanto la política, leer algo así te escocerá y, como piensas en blanco y negro, unos y ceros, izquierdas o derechas, pensarás que estoy hablando de política sí o no.

No es una cuestión de exclusividad, sino de prioridades.

Propongo un ejercicio de tres pasos:

a. Estar un día entero sin atender a la política en los medios, para eliminar interferencias. Aún mejor, reflexiona sobre tus últimos veinte años de vida, con las idas y venidas políticas que han habido, y valora cuánto ha influido la política en tu vida DIRECTAMENTE. Sé egoísta. Puedes estar tranquilo por serlo un ratito, sobre todo si eres progre. No pasa nada. Respira.

b. Pasado ese día completo, hacer una lista honesta, sincera, sentida, bien pensada (sí, pensar y sentir no son incompatibles) de las cosas más importantes de tu vida ordenadas de mayor a menor importancia. No te dejes nada, absolutamente.

c. Observar qué lugar ocupa la política.

d. Durante un mes, reparte tu tiempo vital y tu atención proporcionalmente según esa lista.

¿Qué suele pasar?

Que la política está bastante abajo, tanto que casi no le prestas atención, mientras que tu vida mejora radicalmente, tanto que deja de depender de la política.

Evidentemente, esto ni te interesa a ti ni a los demás.

¿Por qué no a ti?

Porque tendrás que hacer algo por ti mismo y esforzarte.

¿Por qué no a los demás?

Porque algunos gremios, y dos muy en concreto, políticos y periodistas, justifican su existencia (y viven de puta madre) según la atención que les prestas.

Crees que no es así y te estás resistiendo a estas palabras porque solo has visto, has leído, has escuchado lo que ellos han querido.

Hay otras opciones.

Tienes una vida.

O no.

Rober Sánchez

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Dos catástrofes que pasan mientras centras tu atención en la política