Cree en ti.
Consejo facilón. Psicología flowerpower. Autoayuda rentable. Positivismo Mr. Wonderful.
Mito.
Y pérdida de tiempo.
Creer en ti es el ni fu ni fa del bienestar y el desarrollo personal.
Todos esos consejos y consejeros siguen cayendo una y otra vez en el mismo error: céntrate en ti mismo. O egocentrismo.
No, no. No va por ahí la cosa.
Porque creer en ti es algo aleatorio.
A veces crees en ti. Otras no.
Tu psicoanalista, coach o santero regresivo intentará convencerte de que hay una causa. Como el resto del mundo, como tú y como yo, solo intenta justificar su puesto de trabajo. Está bien. Dale las gracias y déjalo ir, amablemente.
Y no porque no la haya, que seguro la hay, sino porque se nos suelen escapar tantas cosas, todo es tan complejo, la memoria tan imprecisa, por no decir traidora, y nosotros tan eso, egocéntricos, que acertar en esa causa es como jugar a la lotería aunque, cumpliendo su papel, esa vocecita que llevas por sombrero y que no se calla ni debajo del agua haga todo lo posible por reforzar tu y su posición, como cuando te hace creer que crees en ti.
Egodiscursos…
Obsérvalo y obsérvate en modo panorámico, y verás que creer en ti tiene poco que ver con un voluntarioso «cree en ti». Al contrario, es algo que va a instantes, a días, a semanas, a meses. Incluso a años. En fin, a rachas.
Y lo de las rachas, o la impermanencia, ya lo hemos leído y escuchado demasiado. Desde hace unos dos mil quinientos años, más o menos.
Y, tal vez, lo de las rachas ya es hora de dejarlo a un lado, collons.
Las voces, las interpretaciones y los pensamientos positivos hacen poco comparados con el compromiso y la acción.
Creas o no creas en ti, comprométete.
¿Contigo?
No.
O sí, también.
Creas o no creas en ti, actúa.
¿Para ti?
No.
O sí, también.
Pero, sobre todo, con y para los demás. Más con y para los demás.
Que te lo curres todos los días para conectar con los demás, para participar humildemente, para ofrecer algo de valor, que lo tienes, va a catapultarte como ser humano, creas o no creas en ti.
Es más, si lo haces esos días en los que no crees en ti ni «patrás», cuando estás cagado de miedo, saturado de dudas, sepultado en inseguridades, también impermanentes, ya no estaremos hablando de una catapulta. Estaremos hablando de un agujero negro.
Un agujero negro de confianza.
Los demás creerán en ti.
Y no porque crees en ti, sino porque te atreves, te expones, compartes, ofreces, a pesar de las circunstancias que vienen y van.
Eso sí marca la diferencia.
Tú puedes ser una fuente maravillosa de agua sanadora y rejuvenecedora y blablablas superchachimegaguays, y puedes y debes cuidar tus tuberías y revisar que el grifo funcione bien.
Pero nadie se acerca a beber de una fuente encharcada, empantanada, estancada, ahogada en su propio agua. Se me empapan los zapatos.
Para vivir una vida que valga la pena no te centres tanto en creer en ti.
Esfuérzate en que los demás crean en ti.
O no.
Rober Sánchez