¿Y si lo único que está mal es que crees que hay algo que está mal?

Llevo varios años, sí, años, fijándome en el mismo patrón.

Da lo mismo si es con un cliente o con un amigo. También conmigo mismo.

Alguien se siente insatisfecho.

A veces la insatisfacción es concreta, otras difusa. Pero está ahí. La dieta, el ejercicio, el descanso, las relaciones, el trabajo, el sentido de la vida, la digestión, el dolor, las «cosas de casa»…

Algo va mal y, lógicamente, algo hay que cambiar.

Entonces empiezan una serie de preguntas seguidas de otra serie de respuestas, una búsqueda informal de la/s fuente/s de insatisfacción.

Unos minutos más tarde, después de valorar lo que hay y lo que no hay, lo que es y lo que no es, todo parece estar razonablemente bien. No perfecto, claro. Lo de aceptar la imperfección de las cosas está más que comprendido y superado. Simplemente bien. El trabajo, la salud, la familia, los amigos. Todo bien.

Y llega la última pregunta:

¿Y si lo único que está mal es que crees que hay algo que está mal?

Porque, dado el bombardeo constante de generación de miedo al que estamos sometidos a todas horas…

· ¿Estás suficientemente preparado? ¿Cuántos másters tienes? ¿Qué tal tu inglés, tu alemán y tu chino?

· Mira que si pierdes el trabajo ahora, con lo mal que está la cosa.

· ¿Cagas bien? ¿Duermes bien? ¿Comes bien? ¿Te mueves lo suficiente?

· El estrés mata. ¿Meditas? ¿Cómo gestionas tu productividad? ¿Cuáles son tus ladrones de tiempo?

· Hay mucho terrorista por ahí suelto. Y atracadores. Y violadores.

· ¿Ya te has hecho la revisión del médico? ¿Qué dicen los análisis? ¿Cómo está tu colesterol? ¿Y la tensión? ¿Cuánto pesas? ¿Sabes que en 2025 un 35% de nosotros habrá padecido algún cáncer? ¿Y un 50% una depresión? ¿Y casi todos estamos destinados al Alzheimer?

· ¿Educas bien a tus hijos? ¿Ya tienes en cuenta su inteligencia emocional? ¿Has pensado en que si no los apuntas a inglés, serán unos fracasados? Y si no los apuntas a fútbol, unos gordos. ¿A cuál los apuntas? A los dos, ¿no? Por cierto, no te olvides del dibujo. ¡Y de la música!

· Menudo gobierno. Vaya chorizos. ¿En qué se gastan tus impuestos? ¿Nos independizamos?

· ¿Ganas suficiente? ¿Ahorras? ¿Inviertes? ¿Tienes un plan de pensiones?

…no es de extrañar que la respuesta automática sea la preocupación incesante, la neurosis perenne, la hiperreflexividad hipersensible y a menudo hiperempática, la insatisfacción permanente.

Tal vez valdría la pena parar, respirar, observar, repetir estos tres primeros pasos unos cuantos millones de veces más, todos los días, y entonces valorar.

Al hacerlo no cambia nada, excepto una cosa. Dejas de ver las cosas desde el ombligo, o como los burros con sus anteojeras, y cambias a modo panorámico, no sólo de ti mismo, sino de todo.

Incluso si solo te preocupa lo material, estoy convencido de que las cosas no te van tan mal. De hecho, tienes acceso a internet para leer estas chorradas, ¿verdad? No está nada mal…

Evidentemente, las cosas podrían ir mejor. ¡Todo podría ir mejor! Y cuando vaya mejor, porque irá mejor, todavía podrá ir mejor. Es una espiral infinita.

Seguramente la insatisfacción es el motor de la evolución –¿no es así, WildHeidi?

Pero también estoy casi seguro de que una enorme parte de nuestra insatisfacción proviene de un montón de miedos generados por nosotros mismos, hacia nosotros mismos y hacia los demás, que lo único que alimentan son una serie de necesidades innecesarias y sus correspondientes mercados que nos hacen, al mismo tiempo, dependientes de los demás e imprescindibles para los demás.

El miedo nos une.

Sea como sea, una bonita forma de aliviarse es hacerse la pregunta del título y darse cuenta de eso… Con mucha más frecuencia de lo que nos pensamos, lo que está mal es nuestro propio juicio de que algo está mal.

Quizás dejarlo en es o está sería suficiente.

Y tirar «palante», lo mejor que se pueda, lo mejor que se sepa.

 

O no.

Rober Sánchez

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