Observo, escucho, siento como cada vez más gente tiene una opinión parecida a la mía en cuanto a la situación actual, a como nos van las cosas, así, en general. Ahora bien, las reacciones son muy diversas –faltaría más.
Hay algunos a los que ya les va bien así. No se preocupan. Se resignan, lo ven como algo invariable y tiran como pueden.
Otros se indignan. “¿Cómo hemos podido llegar a esto?” dicen. Pero al volver a casa siguen con más de lo mismo, partícipes de la situación, convencidos de que en realidad la cosa no va con ellos, sino con gobiernos, estados, sistemas, leyes. Como los anteriores, tiran como pueden.
Algunos pocos se convierten en anti-sistema, y sus vidas se fundamentan en un llevar la contraria continuo, sin darse cuenta de que, por mucho que les pese, su vida seguirá basándose en ese sistema. ¿Tendría sentido si éste desapareciera? Probablemente se sentirían perdidos. ¿Cuál sería su causa al no haber sistema? Personalmente, me atrae más la idea de ser proloquesea a ser antiloquesea. En cualquier caso, tiran como pueden.
Otros pocos, como yo, respondemos con un intento de solución dentro del sistema a nivel global pero fuera del sistema a nivel individual. No intentamos cambiar el sistema, ni luchamos contra él. De hecho, sería como tirar piedras sobre nuestro propio tejado; somos parte del sistema. Además, ¿quiénes somos para decir cómo deben ser las cosas para todo el mundo, cómo deben vivir el resto? ¿No nos podemos equivocar? ¿Yo soy el único tan sabio como para comprender la complejidad humana y social y dictar las soluciones o las normas, dedicir lo que es justo o necesario para toda la humanidad? Si cada día cambio de opinión en un montón de cosas, y descubro mi ignorancia en otras tantas… Demasiada incertidumbre. Demasiado sobre la marcha. Como la vida misma y como el resto, tiramos como podemos.
Así que no voy a atreverme a juzgar ninguna de las alternativas, ni la mía ni las demás, como otras muchas que deben haber y no conozco o no he comentado, y aprovecho ahora mismo para adelantarme a probables malas interpretaciones. Esto no va de imponer mi visión, sino de reflexionar y compartir. Uno de mis principios vitales es el respeto y aquello que dice «vive y deja vivir». Cada cual puede hacer con su vida lo que quiera, como yo con la mía. Todos somos humanos, imperfectos, cortitos en persepectiva, limitados en razón, animales que nos vamos adaptando como bien podemos, individualmente, según lo que cada uno ha vivido, vive y pretende vivir. Incluso admiro a algunas personas que han dado pasos importantes en alternativas distintas a la mía, y no las pierdo de vista, no vaya a ser que les vaya mejor que a mí, que tengan mejores ideas que yo y algún día decida copiarles.
En fin, todos lo hacemos lo mejor que sabemos, lo mejor que podemos.
(Y después de este tocho de introducción…)
Vivir una vida sencilla donde sea
Sea por moda o por convicción, últimamente recibo con cierta frecuencia noticias de alguien que se ha marchado. Se va. Lo deja todo, lo vende todo, compra un billete de avión –sólo de ida–, prepara el equipaje justo, y a volar. Se marchan para siempre.
También ha surgido en los últimos años un nuevo movimiento, la localización independiente, gente que viene y va, formada por un grupo de profesionales autónomos que se dedican al diseño web, fotografía, periodismo y otros trabajos que puedan realizarse sin necesidad de estar permanentemente viviendo en el mismo lugar. También se conocen como nómadas digitales.
Una cosa está clara. Para ser nómada no te queda otro remedio que ser minimalista. ¿Te imaginas tener que llevar a cuestas todo lo que tienes en casa cada vez que te trasladas? Y más teniendo en cuenta que algunos de ellos sólo permanecen en el mismo lugar días o semanas. No es factible.
Por último, también están los que se han mudado, abandonando las grandes urbes para regresar al pueblo. Dentro de este grupo, me gusta la idea de quien lo ha hecho como traslado íntegro, es decir, a los que se marchan a los pueblos y se instalan en lugares más tranquilos y cercanos a la naturaleza llevando a cabo una migración total de su vida, trabajo incluido. Ahora, no acabo de entender al que se marcha de la ciudad solamente para dormir, cuando probablemente lo único que consigue es complicarse la vida todavía más, no simplificarla. Quizás me equivoque.
Sin duda alguna, cuanto más cercana sea tu residencia a un entorno natural, sin tráfico, sin ruido, sin prisas más fácil lo tienes para vivir de manera simple y sencilla. Si te decides a cambiar, estás en un lugar que lo facilita. Si además te conviertes en un nómada, tu vida dará un vuelco hacia el minimalismo y tu desapego, tanto a las personas como a las posesiones, se desarrollará notablemente –por huevos, para ser claros.
Una vida nómada y/o rural facilita el cambio. Te lo pone más fácil para vivir más natural, simple y lento.
Pero…
Si te mudas a la montaña, montas una casa rural y la llenas de huéspedes y obligaciones diarias, te pasas el día contando euros, pensando cómo sacarle más rendimiento económico y preocupado porque este fin de semana no la has llenado… ¿qué es lo que ha cambiado?
Si te marchas al pueblo y emprendes en una granja de pollos, los embutes a base de pienso y anabolizantes para engordarlos más, vender más, ganar más y entonces comprarte una tele de 60 pulgadas para ver a Messi en tamaño real… ¿qué es lo que ha cambiado?
Si lo único que cambias es tu residencia, pero sigues trabajando y haciendo vida en la ciudad, te levantas 45 minutos antes de lo habitual y llegas a casa 45 minutos más tarde de lo habitual… ¿qué es lo que ha cambiado?
Si te unes a la localización independiente pero sigues alimentándote con comida rápida, sentado horas y horas delante del ordenador, sin practicar ejercicio físico… ¿qué es lo que ha cambiado?
Si pasas las semanas viajando para acabar haciendo lo mismo que el turista medio: ir de un lado a otro a base de visitas rápidas, comprando recuerdos en cada tienda que entras… ¿qué es lo que ha cambiado?
A cualquiera que haya dado uno de estos pasos con tal de vivir de manera más simple, acorde a la naturaleza, con lentitud y tranquilidad, pasando más horas en silencio, impregnando su vida de movimiento y siendo más coherente con los valores de la simplicidad… le admiro y le animo a seguir su camino.
A cualquiera que lo haya hecho para seguir con el mismo estilo de vida o para que la gente vea lo guay que es… no le admiro, aunque igualmente le animo a seguir su camino.
No importa donde vivo
Durante mucho tiempo pensé en marcharme y me atormentaba el hecho de vivir en una gran ciudad. Con el tiempo, mientras he trabajado aspectos como la mirada apreciativa –gracias, Félix–, la coherencia, la aceptación y el compromiso de actuar, y conociendo a un montón de gente que han llevado a cabo un montón de alternativas distintas, he llegado a una conclusión al respecto:
Tu lugar de residencia no determina tu estilo de vida
Por muy raro que parezca, puedes vivir en el centro de una capital y vivir una vida sencilla, tranquila, lenta, activa y plena. Como puedes vivir en una casita con 3000 hectáreas de bosque a tu alrededor o viajando por el sudeste asiático y a la vez (mal)vivir estresado, rápido, agobiado, sedentario y vacío.
El quid de la cuestión está en saber nadar en la dirección que tú quieres, acorde a tus valores, aceptando –al mismo tiempo que olvidándote de– hacia donde empuja la corriente.
O no.
Rober Sánchez