Cómo eliminar de tu vida los recursos redudantes

A propósito del título, por curiosidad, busco la palabra redundancia en el diccionario.

Definición: Repetición inútil de un concepto.
Sinónimos: Repetición, exceso, insistencia, demasía, reiteración, superfluidad.

Con sólo leer estas dos líneas tengo suficiente para darme cuenta de que lo redundante no tiene cabida en una vida sencilla.

El intento de aplicar el minimalismo y simplificar el día a día pasa por la eliminación de recursos redundantes.

¿Qué es un recurso redundante? Cualquier objeto o posesión que repita una función inútilmente.

Es decir, algo que ya tengo como mínimo dos veces y que no necesito tener dos veces.

Por poner un ejemplo de redundancia y no-redundancia:

1. Redundancia: unas tijeras de cocina. Un utensilio que utilizo prácticamente todos los días. Son grandes, pesadas y siempre están colocadas en la ranura correspondiente del tacoma de cuchillos. ¿Necesito dos tijeras de cocina? No. Por lo tanto, tengo sólo unas –tenía otras que doné hace un tiempo con otro montón de cubiertos. Sí, alguien podría decir “Quizás las usaste, están sucias, y no te iría mal tener otras”. Bueno… Prefiero lavarlas cada vez que las uso, colocarlas en su sitio y tenerlas preparadas para el próximo uso.

2. No-redundancia: los calzoncillos. Creo que está claro por qué no es redundante tener cinco o seis calzoncillos. Venga, pongamos siete, uno para cada día de la semana. Tal vez tener más sí que lo es. El caso es que yo tenía muchos más, aunque no en las mejores condiciones. No me da vergüenza decirlo, nos pasa a todos, tanto a hombres como a mujeres –que sí, que lo sé, no digas que no, a ti también. Todo cambió el día que me hice la siguiente pregunta: ¿por qué no tiras de una vez todo lo que está dado de sí, descolorido y viejo? Qué manía tenemos con almacenar a montones… ¡incluso los calzoncillos y calcetines! El cajón parece otro desde ese día.

¿Por qué eliminar los recursos redundantes? La redundancia representa la repetición inútil, el exceso y la superfluidad. Y la dirección que uno toma cuando se plantea aplicar la simplicidad a lo cotidiano es práctica, minimalista y esencial.

Se puede llevar a cabo la eliminación de recursos redundantes en cinco pasos:

1. Detección: localizar y agrupar los objetos según su función.

2. Conteo: calcular cuántos objetos tengo en un mismo grupo, cumpliendo una misma función, redundantes, repetidos.

3. Valoración: evaluar cuántos de ellos necesito realmente –tijeras de cocina: 1, calzoncillos: 7, etc.

4. Eliminación: todos los objetos que no pasan el filtro los vendo, los regalo, los dono, los reciclo o los tiro.

5. Reorganización: todos los objetos que pasan el filtro vuelven a su sitio –porque todos tienen su sitio.

Evidentemente, que un recurso sea redundante no es algo objetivo, y ningún gurú de la simplicidad podrá darnos una lista fija de las posesiones que cada uno necesita. La propuesta es un ejercicio personal y experimental, primero de conciencia, de darse cuenta de la cantidad de cosas que tenemos repetidas, aunque sea «por si acaso», y segundo de decidir realmente cómo queremos que sea nuestra «vida material» desenchufándonos del piloto automático cultural de la acumulación.

En mi caso, cuando empecé con todo esto me di cuenta de que tenía la casa llenísima de recursos redundantes:

· Decenas de CD’s de música guardados en cajas, algunos repetidos en mi disco duro. Tal vez vale la pena guardarlos todos en el disco duro, aprovechando para eliminar y no almacenar lo que nunca volveré a escuchar, o incluso deshacerme de todo, no malgastar ni tiempo ni memoria en mi disco, y escuchar la radio o darme de alta en Spotify.

· Lo mismo para los DVD’s.

· Las enciclopedias y diccionarios. ¿Alguien busca algo en los diccionarios de papel? Sinceramente, no. Siempre usamos internet. Las enciclopedias y diccionarios ya los doné.

· Dos reproductores de mp3 guardados, aparte de dos iPods –nano y touch–, y un equipo de música. Creo que con el iPod touch tendré suficiente.

· Tengo dos teléfonos –fijo y móvil. Puede ser interesante darme de baja de la línea fija y quitarme un trasto de en medio. A valorar.

· El televisor. Para ver alguna película tenemos el ordenador. Y si me interesa algo de la TV, que alguna cosa interesante hay, aunque muy pocas, internet me ofrece la posibilidad de verlo a la carta en el momento que quiera, con muchos menos anuncios.

· Ropa y zapatos… Sin comentarios.

· Juegos de sábanas, toallas, platos, vasos, tazas, sartenes, cazos, cubiertos… Se me acumula la faena.

Empezar por eliminar los recursos redundantes es un buen primer paso hacia una vida más simple. Incluso a quien le inquiete el tema de la productividad personal, seguro que sale ganando. Como en una empresa, es preferible tener dos recursos aprovechados al cien por cien que cuatro al cincuenta por ciento.

Gracias a la eliminación de los recursos redundantes, como reflejo de acción minimalista pura y dura, se ahorra y se gana.

Lo primero que se ve es el ahorro de espacio –el que ocupaban los recursos–, tiempo –en tareas de orden y limpieza–, dinero –antes de comprar me preguntaré ¿es redundante?–, estrés –porque antes no tenía espacio, tiempo, dinero.

Y la consecuencia es una ganancia en luz, limpieza, paz visual, simplicidad, eficiencia, dinero –con la venta de segunda mano, por ejemplo–, respeto por la naturaleza –en el caso de reciclar–, ayuda a los demás –con las donaciones.

Además, eliminar lo redundante no tiene por qué enfocarse sólo a lo material, lo más evidente, sino a otros aspectos.

Por ejemplo… Desayunar sentado, ir al trabajo en coche sentado, trabajar sentado, comer sentado, volver a trabajar sentado, regresar a casa en el coche sentado, mirar la tele sentado, cenar sentado, volver a mirar la tele sentado… Un poco redundante, ¿no?

Otro día hablamos de ellos.

 

O no.

Rober Sánchez

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