Una vida sencilla y minimalista no es una vida rácana

Seguramente, en muchas de las reflexiones que uno puede encontrar por ahí acerca de la simplicidad y el minimalismo aparece con frecuencia la palabra ahorro. Para no caer en la trampa de pensar que llevar una vida sencilla y minimalista implica estar obsesionado con el ahorro de dinero y convertirse en un tacaño, vale la pena puntualizar un par de matices:

· Hay diferentes tipos de ahorro. No se trata sólo de ahorrar económicamente. Puede ser un ahorro ecológico y energético; por ejemplo cuando hablamos de reutilización o reciclaje, del malgasto de agua o energía (gasolina, electricidad, gas). Tal vez un ahorro temporal; como al intentar tener menos obligaciones para centrarte realmente en lo que te gusta hacer o lo que es importante para ti. Quizás un ahorro espacial; para qué tanta ropa si en realidad siempre acabas poniéndote lo mismo. Podrías ganar espacio en ese armario, e incluso a lo mejor te sobra uno de tus armarios y podrías tener una habitación más amplia, luminosa, espaciosa… O también un ahorro emocional; probablemente, ir justo de dinero, tener la habitación llena de trastos inútiles o el cajón de la cocina repleto de utensilios que no usas puede llegar a afectarte emocionalmente, estresarte, provocar discusiones con tu pareja, etc.

· Tienes criterio para saber en qué gastar el dinero. Parece que todos tenemos claro cuáles son nuestras prioridades económicas: cultura, educación, salud, alimentación… Pero después no las llevamos a la práctica. Queremos el móvil de ultimísima generación, al igual que la cámara de fotos, el televisor, el ordenador y el microondas. Nuestras vacaciones siempre tienen que ser por todo lo alto. Los regalos tienen que ser de los buenos, de los caros, que sino no valen nada. Y el coche que alcance los 180km/h en 3 segundos, que uno con tan sólo 60cv es una !@#$%. Tal vez, si ahorraras más dinero en todas esas cosas –y se puede ahorrar muchísimo–, podrías gastarlo en cosas que son realmente importantes para ti, tanto las que necesitas como las que forman parte de alguna de tus aficiones. Por ejemplo, podrías comprar pescado fresco tres días a la semana en vez de uno, apuntar a tu hijo a una buena academia de inglés, comprarte unas zapatillas minimalistas de estas de los dedos separados, hacer un curso de yoga…

No confundas mantener el control y tener prioridades con ser un tacaño. Porque ha llegado un momento en que se da por supuesto que todo el mundo tiene que tener de todo y que uno sólo puede disfrutar gastando: de compras, de cena, de viaje, de fiesta… Quizás a ti no te interese para nada tener coche o cenar fuera todos los sábados. Es verdad, el bombardeo pro-consumo es continuo desde la televisión, internet o tu propio entorno. No hace falta obedecer a la inercia social. Como todo el mundo se hipoteca de por vida, yo también. Como todo el mundo viste de marca, yo también. Por eso es tan importante que uno conozca sus prioridades y sepa dirigir su vida. A veces te llamarán agarrado o tacaño, pero tú no vivirás con la soga al cuello.

Lo esencial es gratis –y si no es gratis, es muy barato. Disfrutar de la familia, los amigos, la naturaleza no implica gastar dinero. Todos tenemos el mar, el campo, la música, la risa, el sexo, la lectura, los juegos, el deporte, la lluvia… Nada de esto es de nuestra propiedad y en cambio todo es nuestro. ¿Es necesario comprar/gastar para disfrutar de alguna de estas cosas?

Y cuando aprendes a vivir ahorrando tiempo, espacio, energía y emociones descubres que todo ello también te lleva a ahorrar dinero, mucho dinero. Has gastado menos en luz, agua, papel, comida, ropa, salidas, objetos inútiles, etc. y has seguido viviendo igual o mejor que antes. De todas maneras, no es lo mejor que te había pasado… todavía.

Lo mejor llega cuando te das cuenta que ni tan sólo necesitas ahorrar ese dinero. No necesitas ese dinero. Entonces te planteas trabajar menos. Entonces ahorras todavía más tiempo. Haces más deporte, pasas más horas con tus hijos y tu mujer, disfrutas de un buen rato de compra en el mercado, lees/escribes/pintas (dejas fluir tu creatividad)… Y aún así te sobra algo de dinero con el que pagas esos extras algo más caros, pero también prioritarios en salud, educación, etc. ¿Necesitabas tanto dinero? ¿Necesitabas ahorrar tanto?

 

O no.

Rober Sánchez

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